Cómo deconstruir el discurso y las prácticas de odio.
Los partidos políticos y las organizaciones de la extrema derecha mundial y los
movimientos cristianos fundamentalistas conforman una alianza cada vez más sólida y
eficaz en la conquista del poder en todos los ámbitos y en el fomento del discurso y de
las prácticas de odio en la ciudadanía.
Una de las personas que más ha contribuido a dicho discurso y a dichas prácticas
es el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, durante los cuatro años de
mandato, que ha contado no solo con el apoyo del Partido Republicano, sino con el de
un sector muy importante e influyente del movimiento evangélico integrista, que en
enero del presente año puso en marcha la campaña “Evangélicos por Trump” para
apoyar su candidatura para un segundo mandato al frente de la presidencia de Estados
Unidos y por la organización Capitol Ministries, que ha legitimado, incluso bíblicamente
–falseando el contenido y sentido de las Sagradas Escrituras judías y cristianas- su
política belicista, antiecológica, patriarcal, xenófoba y de separación de los padres y los
hijos entre los inmigrantes.
El apoyo ha venido también de grupos católicos ultraconservadores y de
importantes personalidades de la Iglesia Católica como el cardenal Timothy Dolan,
arzobispo de Nueva York, ex presidente de la Conferencia Episcopal Estadounidense,
quien dirigió la oración en la Convención Nacional del partido Republicano que propuso a Trump como candidato a la reelección a la presidencia de Estados Unidos,
legitimando religiosamente dicha candidatura.
El recuento de los votos de las elecciones del 3 de noviembre da como vencedor a
Joe Biden, del Partido Republicano. Sin embargo, Trump ha conseguido cinco millones
más de votantes que en las elecciones de 2016. Lo que significa que, aunque cuando
no repita como presidente estadoundiense, ya ha incubado el virus fóbico del racismo,
la xenofia, el machismo, la antiecología, la LGTBIfobia, etc. no solo en un sector
importante de la ciudadania estadounidense, sino en la población mundial. Cuenta para
ello con el ex-presidente de Brasil, Jair Messias Bolsonaro, actor principal y predicador de
la Internacional de odio.
Pero Trump y Bolsonaro no son los únicos dirgentes políticos inoculadores de odio.
Lo son también otros dirigentes, partidos y organizaciones ultraconservadores: en
España VOX en alianza con las organizaciones ultraconservadoras como HazteOír, El
Yunque, Infocatólica, Asociación Española de Abogados Cristianos; en Italia el
populista y euroescéptico Matteo Salvini, lider de la Liga y de Nosotros con Salvini,
defensor de políticas anti-inmigratorias; en America Latina, organizaciones sociales
como “Con mis hijos y “Pro-Vida” y partidos políticos con el apoyo de sectores
evangélicos, etc.
¿Cómo responder a estos discursos y prácticas de odio extendidos por todo el
planeta, que pueden convertir el mundo en un coloso en llamas?
¿Tendremos que
resignarnos y quedarnos con los brazos cruzados ante esta Internacional de odiadores
y soportar sus violentas manifestaciones?
En absoluto.
Creo que hay que responder
desde la racionalidad política de una democracia participativa, la economía
cooperativa, la ética liberadora de los movimientos sociales, la praxis solidaria y
compasiva de las religiones con las personas más vulnerables, las clases sociales
explotadas y los pueblos oprimidos, así como desde la cosmovision del “buen vivir y
convivir” de los pueblos originarios de Amerindia, la filosofía Ubuntu africana, la ética
confuciana, la memoria subversiva de las víctimas y la no violencia activa en la lucha
por la justicia.
Resumo dicha respuesta en las siguiente propuestas, que se inspiran, en parte, en el
libro de Carolin Emcke Contra el odio y en el de Günther Anders La obsolescencia del
odio:
1. No se pueden legitimar los discursos y las prácticas de odio con el silencio. No
podemos callar ante los odiadores, ni dejarnos amedrentar por ellos, ni tener miedo a
las represalias. Hay que eliminar toda aquiescencia y connivencia con el odio, ya que
cualquier signo de aquiescencia constituye un refuerzo del mismo. Es necesario
responder con el rechazo explícito. La igual dignidad de todos los seres humanos debe
ser defendida sin miedo como imperativo categórico que no admite silencio, cobardía,
excusa o excepción. Cualquiera de estas actitudes son signos de complicidad.
2. No se debe considerar el odio como algo natural e inevitable, porque no lo es. Se
trata de algo que se incuba, se programa, se cultiva, se fomenta a través de los
múltiples mecanismos que tienen quienes lo practican y los que los apoyan.
3. No se puede normalizar el odio, por muy dramáticas que sean las situaciones que
pretendan justificarlo. No se debe permitir que el odio se torne costumbre y se instale
en el imaginario social.
4., Hay que eliminar las causas que puedan provocarlo. ¿Cómo? A través de
iniciativas sociales, proyectos públicos, transformaciones sociales, políticas,
económicas, culturales, educativas, etc. capaces de quitar toda base social al odio y a
las personas odiadoras.
5. No se puede responder al odio con más odio, porque, como en el caso de la
respuesta violenta a las prácticas de violencia, genera una espiral imparable de
violencia, la reacción discursiva y práctica de odio a los discursos y prácticas de odio,
generará una espiral imparable del odio.
6. Hay que analizar el contexto en que se produce el odio y las causas que lo
provocan para ir al fondo de dichas actitudes y prácticas, y no quedarnos en la
superficie.
7. Es necesario hacer un elogio comprometido de lo diferente y lo “impuro”, y
reconocer a los otros y las otras no como alteridades negadas, sino como como iguales
y diferentes, que exigen reconocimiento y merecen respeto.
8. Debemos tener la perspicacia de observar el odio antes de su estallido para
prevenir sus mortíferas consecuencias. Lo que requiere análisis rigurosos de las
situaciones y contextos en los que se produce.
9. Se requiere tener el valor de enfrentarnos a él como condición necesaria para
defender la democracia, ya que el odio políticamente organizado constituye una de las
mayores amenazas contra la democracia.
10. Es necesario adoptar una visión abierta de la sociedad, respetuosa del
pluralismo a todos los niveles: político, religioso, social, cultural, étnico, etcétera.
11. Hay que ejercer la capacidad de ironía y de duda, de la que carecen los
generadores de odio, enfundados como están en certezas absolutas, identidades
singularistas, seguridades ególatras, gestos airados y actitudes violentas. Frente al
discurso del odio tendríamos que seguir la propuesta de Frida Kahlo:
“Reír me hizo invencible.
No como los que siempre ganan,
Sino como los que nunca se rinden”.
12. Hay que construir comunidades no discriminatorias, integradoras donde
quepamos todas y todos, también la naturaleza, practicando la eco-fraternidad-
sororidad, la ciudadanía-mundo y la cui-dadanía (de cuidados), que nos obliga a todas
y todos por igual.
13. Es requisito necesario también el respeto y reconocimiento de la dignidad y los
derechos de la naturaleza, de la que formamos y somos parte, frente a la depredación
de la que es objeto por parte del modelo de desarrollo científico-técnico de la
modernidad.
14. No es suficiente con responder a los discursos y prácticas de odio con lenguaje
y eslóganes simplistas como son los de quienes practican el odio. Es necesario contraargumentar todo intento de legitimar y de normalizar el discurso y las prácticas de odio
con prácticas y argumentos basados en la igual dignidad de todos los seres humanos.
15. Hemos de asumir el compromiso de luchar contra las formas cotidianas que
conducen al desprecio, a la denigración, al rechazo, al odio, a la discriminación de las
personas consideradas diferentes.
16. Es necesario activar y apoyar políticas que contribuyan a genera amor,
cooperación, solidaridad, projimidad, amistad, cercanía, compasión, cuidado de las
otras, de los otros, y desterrar políticas que fomenten odio, rechazo, enfrentamientos,
etc.
17. No podemos eximirnos de responsabilidad alegando que el odio racial y
xenofóbico es algo innato, natural, genético contra lo que no se puede hacer nada. Se
trata de una construcción humana y lo mismo que lo hemos construido podemos y
debemos deconstruirlo.
18. Hay que ayudar a las personas odiadoras a salir de tal estado y evitar que se
convierta en crónico, ya que sería destructivo para las personas que odian y para las
personas y colectivos a quienes se dirige el odio. No debemos considerar a los
odiadores como personas irredentas e irrecuperables. No podemos dejarlos solos
enfangados en su odio. ¿Cómo podemos ayudarlos? Haciéndoles ver lo infundado de
los motivos por los que odian.
19. El odio no siempre está fuera de nosotros y nosotras. También nosotros
podemos ser generadores y transmisores de odio. Por eso tenemos que realizar un
acto de introspección, es decir, mirar a nuestro interior y revisar nuestras emociones,
nuestras inclinaciones a la ira, al asco, al odio y a las microfobias anidadas en nuestros
rincones mentales y sentimentales.
20. Tenemos que huir de la uniformidad, de la imposición de las propias ideas y
conductas y respetar el pluriverso, que requiere activar la cooperación, el respeto a
las personas diferentes, el pluriverso afectivo-sexual, a la diversidad religiosa, étnica,
cultual, ideológica, afectivo-sexual y ética como riqueza de lo humano, la diferencia
como derecho y el derecho a la diferencia. Es el mejor antídoto para desactivar los
discursos y las prácticas de odio y fomentar la convivencia eco-fraterno-sororal.
En palabras de Carolin Emcke, “el odio solo se combate rechazando su
invitación al contagio. Es necesario activar lo que escapa a quienes odian: la
observación atenta, la diferenciación constante y el cuestionamiento de uno mismo”.
Juan José Tamayo
Profesor emérito de la Universidad Carlos III de Madrid
y autor de Hermano Islam (Trotta, Madrid, 2019)
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