¿Nueva relación tras una ruptura?




Lo primero que hay que señalar es que en psicología no existen recetas universales que puedan ser válidas para todo el mundo y en todas las situaciones posibles: Cada persona y cada relación son diferentes, se mueven por parámetros distintos y están enmarcadas en un contexto determinado, por lo que siempre será necesario evaluarlas de forma personalizada. Sin embargo sí que existen unas pautas generales que podemos utilizar como punto de partida de un proceso de reflexión personal y ver en qué medida pueden aplicarse a nuestro caso.

Un proverbio español afirma que en cuestiones amorosas, “un clavo saca a otro clavo”, lo que sugeriría que una buena forma de superar una ruptura sentimental es embarcarse cuanto antes en una nueva relación. Bien, podría parecer lógico en tanto que los sentimientos de tristeza y soledad que quedan tras el fin de una relación pudieran verse compensados por la alegría del nacimiento de una nueva. Sin embargo, y desgraciadamente, esto no suele ser así.

En general, cuanto más dura y traumática hay sido la ruptura, menos aconsejable es implicarse de forma inmediata en una nueva relación que tenga aspiraciones de estabilidad y felicidad. 

La primera razón es la necesidad de abrir un periodo de reflexión personal sobre la relación recién acabada, sobre los errores que pudimos cometer, la forma en que la gestionamos, qué cosas repetiríamos y cuáles no. No se trata de analizarla de una forma fría y matemática porque, obviamente, sentimientos y ecuaciones nunca han encajado bien, pero sí de hacer una reflexión lo más calmada y tranquila posible sobre un periodo de nuestra vida que ha tenido y tendrá una cierta relevancia e impacto. De alguna forma, éste es un proceso similar al duelo psicológico que sigue a la pérdida de un ser querido: Una parte de nuestra vida ha desaparecido y necesitamos darnos un tiempo para digerir lo sucedido, extraer lo positivo y coger fuerzas para encarar el futuro.

Si no nos damos este tiempo, si inmediatamente cedemos al impulso -muy humano y comprensible, por otra parte- de buscar en una nueva persona lo que perdimos en la otra, es casi seguro que volveremos a replicar los mismos patrones de comportamiento de la anterior relación; es posible que muchos de estos patrones sean completamente aconsejables y maduros, pero ¿cómo vamos a saberlo si no reflexionamos sobre ello? Es posible que tengamos la tendencia a pedir demasiado de nuestras parejas, mucho más de lo razonable o a limitarles mucho su espacio personal de desarrollo; por el contrario podemos ser nosotros quienes tengamos problemas de intimidad y cercanía emocional y nuestra relación no haya sobrevivido a nuestra dificultad para compartir emociones profundas y personales. Sea cual sea la cuestión, es completamente seguro que sin un periodo de reflexión no habrá ninguna posibilidad de madurar. Y una nueva relación no es el entorno más adecuado para este tipo de análisis. 

La segunda razón tiene que ver con la felicidad de la otra persona, de la nueva persona con la que queremos emparejarnos. Lo normal es que tras una relación en la que nos hayamos implicado emocionalmente, nuestro estado emocional sea de tristeza, de pérdida, de duelo… Pero también, y en cierta medida, de reproche, de confusión, de desconfianza, de indignación o incluso de puro rencor; cuanto más dura haya sido la ruptura, más negativas serán nuestras emociones. Esto es algo normal y nadie debe sentirse miserable por experimentar estos sentimientos durante cierto tiempo; sin embargo, si no nos damos un periodo de reflexión y, por llamarlo, así, de enfriamiento, lo más probable es que acabemos transfiriendo todas nuestras emociones negativas a la nueva pareja: Si en nuestra anterior relación nos sentimos engañados, es casi seguro que nos mostraremos desconfiados y vigilantes hacia la otra persona; si en la relación recién acabada nos sentimos asfixiados porque nuestra pareja era muy invasivo, es probable que reaccionemos con susceptibilidad a los acercamientos emocionales de la nueva. Y esto, además de ser sumamente injusto, es completamente incompatible con el trabajo de poner unos cimientos sólidos sobre los que edificar una nueva relación.

La tercera razón está muy relacionada con las dos anteriores. Tras la ruptura es posible que nuestras defensas, es decir, nuestra capacidad de protegernos emocionalmente y elegir las personas correctas sobre las que depositar nuestra confianza, puedan estar severamente dañadas. Es casi seguro que tras una separación nuestra autoestima estará afectada, que tengamos la sensación de haber perdido el tiempo en una mala relación, que nos sintamos solos y nos apremie la urgencia de encontrar rápidamente a una nueva media naranja. 

Ésta es una reacción comprensible que sin embargo puede llevarnos a relaciones disparatadas, imposibles o incluso peligrosas para nosotros. Es necesario señalar que el cóctel formado por baja autoestima, prisa por volver a rehacer nuestra vida y fragilidad emocional es una mezcla de difícil digestión cuyos resultados pueden ir desde acabar atrapados en una relación destructiva, hasta cosechar un fracaso tras otro. Y es que es habitual que en estos periodos, fruto de nuestra urgencia y nuestra confusión, queramos forzar las cosas entablando relaciones que, sensatamente, ni pueden aportarnos nada, ni tienen el menor futuro.

Ya para concluir, como decía al comienzo, en psicología no existen recetas maestras y universales y es posible que usted pueda comenzar una nueva relación inmediatamente después de haber terminado otra y que ésta sea plenamente feliz. En ocasiones sucede y deseo que éste sea su caso; sin embargo, también puedo garantizarle que, cuanto más dura emocionalmente haya sido la ruptura y más importante haya sido para usted la relación terminada, menos probabilidades tendrá de que esto sea así. En realidad, el periodo tras una separación, aun sido sumamente duro, es una magnífica oportunidad de maduración y crecimiento personal: El fin de un ciclo vital nos brinda la oportunidad de hacer un análisis de quiénes somos, qué cosas valoramos y de dónde y con quién queremos vernos en el futuro. Para serle sincero no siempre será un proceso sencillo ni agradable –como es posible que haya comprobado en sus propias carnes- pero, desgraciada o afortunadamente, son los grandes cambios vitales con sus grandes tormentas, los que tienen más capacidad de transformarnos en personas más fuertes, felices, equilibradas y reconciliadas con la vida.

Manuel Vitutia Ciurana. Psicólogo y Colaborador de Despierta Terapias.

Artículo publicado aquí.



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